El 1 de julio de 1940 se inauguró
un nuevo puente de suspensión
en Tacoma, Washington, en los
Estados Unidos. El Puente de Tacoma
Narrows, sobre el Estrecho de Puget, fue
muy alabado por haber sido diseñado y
construido por los mejores ingenieros y
con los mejores materiales.
Sin embargo, la gente que lo transitaba
observó que el puente se ondulaba de
tal manera que se convirtió en un reto
para los deportistas cruzarlo con tanto
movimiento. A los conductores se les
hacía muy raro cómo a veces el carro
de enfrente se perdía de vista debido a
lo mismo y se puso más peligroso aún
en tiempos de ventarrones. Pronto fue
apodado: “Gertrudis Galopante”.
Lo más trágico sucedió el 7 de noviembre
de 1940, cuando un viento de 64
Km/h sacudió el puente violentamente
y éste colapsó, cayendo en las aguas
casi 60 metros abajo.
Hay otra situación aún mucho más
difícil y peligrosa en la cual se requería
un puente. La Santa Biblia dice que
“vuestras iniquidades han hecho división
entre vosotros y vuestro Dios”
(Isaías 59.2). También, que “nuestras
maldades nos llevaron como viento”
(Isaías 64.6). Claramente, nuestros
pecados han creado una inmensa sepa-